viernes, 7 de enero de 2011

Capítulo III - Espada y miel


El lunes Manuela despertó temprano. Puso atención en cada detalle de su aspecto personal. Se miró al espejo y un aire de nostalgias cruzó por su mente. Para evitar sentir angustias, tomó el perfume de jazmines y se hecho una pizca. Ese perfume era un verdadero hechizo contra la desdicha. Se había vestido con tonos claros, ya que consideró a éstos más alegres.
Camino a su nuevo empleo, miró de reojo las vidrieras de los negocios, a fin de saber si su aspecto era tan bueno como había creído antes de salir de su casa. Feliz por la imagen que éstas le devolvían siguió su camino más animada.
Por ser el primer día de trabajo no se sentía nerviosa, por el contrario, se sentía ansiosa. Por segunda vez atravesó la puerta principal del edificio y se dirigió hacia la recepcionista. A diferencia del encuentro anterior, ésta ya sabía quién era Manuela y la saludó cordialmente indicándole donde era su puesto de trabajo.
-          Por la escalera, en el primer piso. Pregunta por Pablo.
Manuela siguió el recorrido indicado. Ahora el nerviosismo se hacía notar. Respiró hondo, muy hondo y se llamó a la calma. Cuando al fin estaba en el primer piso se encontró con un verdadero ambiente de trabajo. Decenas de personas ocupaban pequeñas oficinas divididas por tabiques blancos. Los teléfonos ya comenzaban a sonar invadiendo el silencio del lugar. En eso, un hombre de alrededor de 40 años, morocho, ojos celestes penetrantes se acercó.
-          Tú debes ser Manuela, ¿verdad?
-          Manuela López, mucho gusto – Manuela extendió su mano y el hombre besó gentilmente el reverso de su palma.
-          Pablo Errayes, un placer. Yo seré tu jefe y en este primer tiempo te indicaré tus actividades. Pero antes, déjame presentarte al resto del grupo.
Dicho esto, Pablo convocó la atención de la oficina y presentó a la nueva empleada de la revista. En un recorrido con la mirada, Manuela descubrió la sonrisa en algunos de ellos mientras que otros prácticamente no detectaron su presencia.
-          Durante la hora del almuerzo pueden acercarse y conocerse mejor – Con estas palabras Pablo cerró la presentación formal.
La oficina de Manuela era diferente a las que ella había visto hacía instantes, estaba separada por mamparas de vidrio, tenía una excelente iluminación y era espaciosa. Pablo la invitó a sentarse en “su” sillón y le explicó que su tarea no sería nada sencilla, ya que consistía en captar la necesidad del cliente de la revista y diseñar las publicidades de los productos que el mismo ofreciera. A Manuela le gustó el desafío, ella había estudiado para poner en juego la creatividad. Las presentaciones se realizarían una semana antes de la edición de la revista, en el centro de conferencias, con la presencia del cliente y el directorio de la revista.
-          ¡Menuda tarea! – dijo Manuela para sí, al tiempo que sonreía tratando de indicar seguridad.
-          El primer trabajo que te asignaré, será para un nuevo producto. El cliente es la firma Old Spice y desea lanzar una fragancia masculina al mercado. Aquí te dejo la carpeta para que te informes de los pormenores. En una hora regreso y discutimos las ideas. ¡Ah! Casi olvido decirte, la presentación es mañana. Perdón por la prisa, pero la revista sale a la calle el lunes próximos y estamos demorados – dicho esto Pablo abandonó la oficina dejando a Manuela estupefacta.
-          ¡Vaya! Ni “entendido” le pude decir – murmuró Manuela, mientras comenzaba a sentir desprecio por ese hombre.
*********
La hora pasó volando. Cuando Manuela menos lo imaginó, el desagradable Pablo estaba ingresando a la oficina.
En ese escaso tiempo, tuvo que pensar en colores, diseños, eslóganes y tantas otras cosas.
-          Bien Manuela, que has podido hacer – preguntó Pablo con la seriedad que lo caracterizaba.
Manuela entonces, explicó paso a paso cada detalle de su boceto: colores, fotos, frases. El rostro de Pablo parecía no registrar impresión ni expresión alguna, hecho que ponía sumamente nerviosa a la joven. Una vez finalizada la exposición, Pablo dijo:
-          A decir verdad Manuela – realizó aquí una pausa, interminable para la niña- tu trabajo me ha sorprendido. ¡Es exactamente lo que el cliente buscaba! Ya mismo delego a cada sección sus obligaciones, para que mañana esté preparado para la presentación.
-          ¿La… presentación? – tartamudeó Manuela, tras la ráfaga de elogios y buenas señales acerca de su trabajo, que aquel hombre, que ya no era tan detestable, había ametrallado sobre su persona.
-          Sí, la presentación es mañana, a las 8:00 A.M. – tras estas palabras, giró sobre sus talones y salió tan velozmente como había entrado.
******
A la hora del almuerzo, Manuela prefirió caminar hasta un bar situado en la esquina de la revista. Se sentó en una mesa cercana al ventanal lateral. Ordenó una ensalada y un agua mineral, pues de la vorágine que había atravesado esa mañana, había perdido el apetito.
A medida que jugaba con el tenedor en la ensalada, observaba a las personas que caminaban apresuradas de un lado a otro de la acera. De repente una voz fresca y juvenil la saca de su concentrado paisaje.
-          ¿Puedo sentarme junto a ti? – preguntó una hermosa jovencita esbelta, con una larga melena morocha y ojos café.
-          Sí, adelante – sugirió Manuela, sin ocultar lo extrañada que se sentía con aquella extraña compañía.
-          Mi nombre es Lana, trabajo en la oficina contigua a la tuya – explicó.
-          Manuela López, un placer – se presentó dándole un apretón de manos.
-          Hoy te vi llegar y tenía ganas de conocerte.
-          Pues, me alegra comenzar a conocer gente del trabajo – dijo Manuela con una tibia sonrisa en los labios.
Las muchachas permanecieron charlando, hasta el momento de regresar al trabajo.
Manuela se sentía feliz. Respiró profundo y resopló aliviada.

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