viernes, 1 de abril de 2011

Crónica del dolor


El diagnóstico fue certero y a la vez sorpresivo. Tantos años cumpliendo las reglas del adecuado vivir, para terminar tendida sobre una camilla de hospital. Sus oídos recibieron la noticia,  mas su mente demoró en procesarla.
El cáncer había nacido en sus ovarios y se había desparramado raudamente por todo su cuerpo. Sin embargo, inexplicablemente, no había logrado llegar al alma. Ese fue el motor de su lucha y su existencia posterior.
La fuerza que brotaba desde su interior e invadía la totalidad de su espíritu, la llevó a vencer pronósticos y barreras. Se fue reponiendo a los obstáculos y labrando el camino hacia la inmortalidad. Logró sembrar las bases de la persistencia, aquellas inalcanzables  para el olvido.
Luchó… ¡claro que lo hizo! Pero una mañana despertó queriendo privilegiar su cuerpo y salvar su espíritu incorruptible. Un claro esbozo de que su templo ya no sería ultrajado, de que las humillaciones habían acabado.
Se tendió armónicamente en su lecho, y dejó que el viento acariciara sus ojos, los que lentamente se fueron cerrando.
Entonces su alma fue libre, como un pájaro al cual le abren la jaula… y voló alto, muy alto, hasta estar junto al mismísimo Padre.

Melina Jaureguizahar Serra