sábado, 15 de enero de 2011

El funeral
Luego del terrible asesinato, la familia no podía salir de su congoja. Hella se notaba seriamente afectada por la muerte de su hermana. Milka era la única hermana de Hella y sus padres habían fallecido hacía tiempo.
El funeral se llevó a cabo en casa de Milka. Oliver y Patrick se encargaron de organizarlo todo, tratando de aliviar a la apenada Hella.
Entre los concurrentes Hella detectó un rostro familiar. Se acercó al hombre que creía conocer y le dijo:
-       Los años y las borracheras te han jugado una mala pasada – sonrió irónicamente.- No creerás que luego de tantos años de ausencia, ahora puedes presentarte aquí como si nada.
-       Hella… no he venido a discutir. Simplemente quiero estar con mi hijo en este mal momento.
-       Oliver no es tu hijo, Arthur. Seguramente si lo saludas no te reconoce. ¿Acaso te olvidas que lo abandonaste cuando tenía solamente meses? – el rostro de Hella se transformó súbitamente, detonando odio, bronca, dolor.
-       Lo sé Hella, por eso he regresado. Es mi mayor deseo remediar todo el daño que he provocado – dijo el hombre casi susurrando.
Patrick observó desde cierta distancia a Hella y Arthur. Luego de un tiempo, se propuso intervenir en el diálogo, ya que el enojo de su esposa era demasiado explícito.
Se acercó a Arthur y saludó con una mueca. Arthur murmuró un “buen día” a medias.
-       Arthur – dijo Patrick al tiempo que tomaba a su ex cuñado por el hombro y lo obligaba a acompañarlo rumbo a la salida – entiendo que desees acercarte a tu hijo pero comprende que no es hoy el mejor momento. Te recomiendo que dejes pasar unos días y luego lo intentas.
El hombre no tuvo posibilidad de dar respuesta alguna, ya que terminada la frase de Patrick, estaba en la calle.
*****
Los días posteriores transcurrieron de un modo sombrío. El silencio en la casa de Hella era aterrador. Por momentos, se escuchaba el sonido de los pasos por la casa.
Oliver decidió mudarse a casa de sus tíos, ya que en el lugar del crímen de su madre no podía conciliar el sueño. En realidad la casa que había compartido con Milka, se había convertido en un centro de tortura para Oliver.
El joven había caído en un pozo depresivo. Se culpaba de haber dejado sola a su madre. Ese día había estado angustiada por lo de la gata y le había pedido se quede con ella. Se sentía egoísta por haber preferido la rica comida de Hella, a quedarse en su hogar.
-       Oliver, cariño – interrumpió Hella en la habitación del joven – tienes una llamada. Es un tal Mark.
-       Gracias tía – contestó Oliver al tiempo que se  incorporaba.
Luego de cruzar unas palabras con el joven del otro lado del teléfono, Oliver contó a Hella que se trataba de un compañero de la Universidad. Le comentó que quedaron en encontrarse en 30 minutos, en un bar de la zona.
Hella era una mujer demasiado astuta. Patrick solía decir que tenía un sexto sentido y muchos creerían esta versión. Intuyó con total certeza que Oliver estaba mintiendo.
*****
Oliver  salió apurado en camino al bar donde tenía cita con su “amigo”. Unos pasos por detrás, sin que éste lo note, lo perseguía Hella. Para asegurarse de no ser descubierta, mantuvo prudencial distancia, esperó que su sobrino ingrese al bar y luego se aproximó al ventanal del mismo. Sus sospechas se confirmaban, Oliver se había encontrado con su padre.
La ira la envolvió con más fuerzas que antes. Su sobrino había mentido, pero Arthur ya no tenía escrúpulos.
-       Hacerse pasar por un amigo, creer que soy estúpida – pensó Hella.
Una vez comprobadas sus dudas, Hella giró sobre sus pasos y regresó a su hogar.




La voz
Aquella noche, a las 2 A.M. en punto, Hella sintió que la fuerza extraña de noches anteriores volvía a tomarla por los brazos, la levantaba y transportaba a un lugar desconocido. Una vez allí le decía:
-       Oh Reina… ¡Qué felices estamos todos!... ya falta menos. Cinco, cinco más y el mundo será liberado – dijo  la voz de cada noche.
-       ¿A qué te refieres? –preguntó Hella algo asustada.
-       Tú lo sabes, reina…. Pero recuerda que aún faltan cinco, para que tu misión haya acabado.
Mencionado esto, Hella sintió como caía depositada nuevamente en su lecho. Intentó pensar en aquello que había ocurrido pero el cansancio y la angustia por la que atravesaba la hundieron en un sueño profundo.


martes, 11 de enero de 2011

Oliver


-       ¡Santo cielo! – el grito aterrador traspasó los vidrios de la ventana del cuarto de Oliver.
El joven aun dormido se acercó lentamente hasta el ventanal, desde donde pudo ver a su madre en medio del jardín, gritando desesperada.
-       ¡Qué es esto! – repetía - ¡Qué monstruo pudo hacer semejante aberración!
Oliver se vistió apurado y bajo las escaleras dando saltos, para llegar hasta su madre. Una vez fuera de la casa, sus ojos no lograban reconocer lo que se hallaba en el suelo, junto al pino.
-       ¡Por todos los cielo, Ol! ¡Es Kiky, mi gata!... ¡¿Quién pudo hacerle esto?!
El cuadro era verdaderamente horrible. La vieja gata estaba atada de pies y manos. Alguien con precisión quirúrgica había cortado su abdomen, extrayendo el aparato reproductor del pobre animalito. Con la sangre de la infortunada felina, el asesino se tomó el trabajo de escribir sobre la pared: 24 horas.
Oliver intentó calmar a su madre y llevarla hacia el interior de la casa. Una vez dentro le sirvió café y le pidió que se quedara allí, hasta que el limpiara el jardín.
*****
Oliver era el hijo de Milka,  la única hermana de Hella y  había sido criado por su tía ya que sus padres trabajaban y Hella realizaba las esculturas en su hogar, disponiendo de tiempo para hacerse cargo del pequeño. Entre ambos había un amor incondicional, ya que Oliver llegó a suplir el espacio vacío en el costado materno de Hella.
El joven era alto, robusto, morocho de ojos grises. El mes entrante cumpliría 20 años. Cursaba el segundo año de Ingeniería Electrónica, carrera sugerida por su tío Patrick y bien aceptada por el joven.
Tras calmar los ánimos de su madre Oliver levantó el teléfono y comunicó a Hella lo sucedido, quien se hizo presente en el lugar en un abrir y cerrar de ojos.
-       Debemos dar parte a la policía – sugirió Hella.
-       Pero, ¿por una gata? – al decir esto Oliver sintió la mirada de su madre traspasándolo.
-       ¡Esa gata es mi compañera de tantas noches de insomnio! ¡Cuando tu padre andaba de borracheras y tú te quedabas en lo de Hella, ella era mi confidente! – pronunció Milka con un tono de reproche.
-       Bueno… ya basta. Milka cálmate, quien te escuche pensará que he tratado de quitarte a tu hijo – dijo Hella con una dulzura fingida. – Insisto que debemos dar parte a la policía.
La conversación se desviando a temas cotidianos. A la hora del almuerzo, Hella regresó a su hogar, invitando a Oliver a comer con ellos. El joven aceptó dichoso, pues amaba realmente a esa mujer, pero dejó a Milka inmersa en una gran desolación.
-       Es mejor que duermas un rato, sin que nadie te moleste querida – dijo Hella a su hermana.
Milka reflexionó que sería posible estar un poco más calmada al quedarse sola. Despidió a su hermana e hijo y una vez sola en la casa, se dispuso a dormir.
*****
Luego del almuerzo Patrick invitó a Oliver a recorrer las instalaciones de la empresa en la cual trabajaba y luego se refugiarían en su oficina, para discutir acerca de unos planos de un nuevo producto.
-       Te vendrá bien para tu carrera – dijo Hella al joven.
-       Bueno, iré con la condición de que una vez finalizada la tarea,  pasemos por el bar de Nick a ver el juego de pelota  -sonrió pícaramente Oliver, como aquellas veces cuando era un niño.
-       De acuerdo – negoció Patrick.
*****
Ya de madrugada, Patrick condujo a Oliver a su casa. Cuando se hallaban a una cuadra de distancia del lugar, las luces de la policía y ambulancias comenzaron a notarse.
Oliver bajó corriendo desesperado, aunque trató de pensar que su madre estaría con una crisis de nervios por lo ocurrido con la gata. Un policía intentó impedir el paso del joven, pero fue inútil. Al llegar al dormitorio de su madre el horror estaba frente a sí.
Milka yacía en su lecho, atada tal como la gata había sido encontrada por la mañana, con sus órganos reproductores extirpados.
Con la sangre de la difunta mujer, en la pared habían escrito: “Lo dicho: 24 hs.”

lunes, 10 de enero de 2011

Las Misiones de Hella

Las Misiones de Hella

Cuando el ataúd con el cuerpo de su difunto esposo, comenzó el lento descenso hacia la que sería su última morada, Hella secó sus lágrimas, giró sobre sus talones y emprendió el regreso a casa.

Una vez en su hogar se dirigió a la cocina, de un manotazo arrancó una nota que yacía en la puerta de la nevera y tomando una lapicera tachó algo que decía: “Número 6”.

La Revelación

Hella y Patrick vivieron los 42 años que duró su matrimonio, en un barrio alejado  al sur de Suiza. Se habían conocido en la adolescencia, cuando ambos estudiaban. Patrick había optado por la Ingeniería, Hella, en cambio, soñaba con ser algún día, una gran escultora.

El matrimonio no tuvo hijos, pero ambos tenían unos cuantos sobrinos, a los cuales consentir.

La vida de la pareja transcurría entre jornadas laborales, reuniones con amigos y de cuando en cuando, algún viaje por sitios turísticos. Se puede decir que eran un matrimonio “normal” y feliz.

 Sin embargo, la armonía comenzó a quebrantarse hacía alrededor de diez años, cuando Hella  dejó de dormir, para pasar las noches en vela, atrapada por fenómenos inexplicables y de los que ningún psiquiatra pudo alejar.

Aún recuerda el día en que todo comenzó. Era un martes de otoño, cuando luego de un día agotador, el matrimonio se dispuso a descansar. Hella había quedado inmersa en un sueño profundo, cuando de repente sintió que algo la tomaba de los brazos y la sacudía con una fuerza brutal. Apretó los ojos, intentando convencerse de que estaba en medio de una pesadilla y que pronto despertaría. Cuando recuerda aquel episodio, vuelve a su mente la desesperación. Intentó gritar, pero parecía haber perdido la voz. Al abrir los ojos, no sabía donde se hallaba, sólo veía una niebla brillante, espesa que la envolvía y mantenía flotando en el aire.

-       - Ocho… ocho víctimas Reina Madre… ocho – dijo entre susurros una voz, de alguien que no podía ver, pero que imaginaba era algún espectro aberrante.

Por la mañana, despertó algo confundida. Luego de incorporarse, recordó aquel extraño episodio. No obstante, intentó no darle demasiado interés. Trató de convencerse a sí misma que se trató de una pesadilla, aunque algo dentro suyo le decía que el sueño no había sido tal.
-        - Buen día – saludó a Patrick que ya se hallaba desayunando.

-        - Buen día Hella,  tienes café si lo deseas – contestó.

Un silencio fuera de lo común invadió el lugar. Entonces Patrick se animó a romper el hielo:

-        - ¿Cómo dormiste?

-        - Algo apesadumbrada por una pesadilla – respondió Hella, intentando restar importancia al hecho.

-        - Hacia las tres de la madrugada me desperté. Al ver que no estabas en la cama salí a buscarte, pero no estabas en la casa. Me llamó la atención.

-        - Eso es imposible Patrick, estaría en la cocina bebiendo un vaso de agua o en el baño y no miraste bien.

-        - Es posible. Incluso regresaste al cuarto antes que yo lo hiciera.

La charla continuó con temas de rutina, hasta que Patrick se despidió para dirigirse a la automotriz donde trabajaba como gerente. Ese era uno de sus últimos días de trabajo. Ya pronto llegaría la tan ansiada jubilación.

Hella se dispuso a lavar la vajilla, al tiempo que miraba a través de la ventana ubicada sobre la pileta de la cocina. La misma daba al patio. Entonces, con el alivio de saberse sola, intentó recordar en detalle lo que había vivido a la noche.

El hecho de que Patrick no la hallara en el lecho, la inquietó más de lo que estaba, pues ella no recordaba haber salido del dormitorio, al menos no lo había hecho voluntariamente.


*****


Para la noche, Hella ya  se había auto - convencido de que su experiencia era solamente un mal sueño.

Demasiado cansada, debido a los hechos de  la noche anterior, cayó rendida en un sueño profundo, ni bien ingresó bajo las sábanas.

Pero esa madrugada, a las 2:00 AM exactamente, la misma fuerza la sacó del lecho matrimonial, la elevó por los aires y repitió lo que había pronunciado la noche anterior:

-        - Ocho… ocho víctimas Reina Madre… ocho – esta vez, un ser amorfo, sin rostro visible, pero con unos enormes ojos de color amarillentos, pronunciaba estas palabras.

Hella luchó por salir de esta pesadilla, pero la voz continuó:

-        - Tú, oh Señora, salvarás al mundo. Eliminarás uno a uno los impuros.

-       -  ¿Por qué me atormentas? – preguntó Hella.

-        - Eres la elegida, Hella. Eres tú.

Inmediatamente dicho esto, la fuerza desapareció y Hella quedó tendida en el lecho, ahora despierta y consciente de lo que había vivido.

A partir de entonces, la voz, el ser horrendo, y el mal descanso fueron constantes noche a noche en la vida de  Hella, quien cayó presa de este oscuro dominio, sin saber cómo defenderse ni por qué había sido elegida.




viernes, 7 de enero de 2011

Capítulo III - Espada y miel


El lunes Manuela despertó temprano. Puso atención en cada detalle de su aspecto personal. Se miró al espejo y un aire de nostalgias cruzó por su mente. Para evitar sentir angustias, tomó el perfume de jazmines y se hecho una pizca. Ese perfume era un verdadero hechizo contra la desdicha. Se había vestido con tonos claros, ya que consideró a éstos más alegres.
Camino a su nuevo empleo, miró de reojo las vidrieras de los negocios, a fin de saber si su aspecto era tan bueno como había creído antes de salir de su casa. Feliz por la imagen que éstas le devolvían siguió su camino más animada.
Por ser el primer día de trabajo no se sentía nerviosa, por el contrario, se sentía ansiosa. Por segunda vez atravesó la puerta principal del edificio y se dirigió hacia la recepcionista. A diferencia del encuentro anterior, ésta ya sabía quién era Manuela y la saludó cordialmente indicándole donde era su puesto de trabajo.
-          Por la escalera, en el primer piso. Pregunta por Pablo.
Manuela siguió el recorrido indicado. Ahora el nerviosismo se hacía notar. Respiró hondo, muy hondo y se llamó a la calma. Cuando al fin estaba en el primer piso se encontró con un verdadero ambiente de trabajo. Decenas de personas ocupaban pequeñas oficinas divididas por tabiques blancos. Los teléfonos ya comenzaban a sonar invadiendo el silencio del lugar. En eso, un hombre de alrededor de 40 años, morocho, ojos celestes penetrantes se acercó.
-          Tú debes ser Manuela, ¿verdad?
-          Manuela López, mucho gusto – Manuela extendió su mano y el hombre besó gentilmente el reverso de su palma.
-          Pablo Errayes, un placer. Yo seré tu jefe y en este primer tiempo te indicaré tus actividades. Pero antes, déjame presentarte al resto del grupo.
Dicho esto, Pablo convocó la atención de la oficina y presentó a la nueva empleada de la revista. En un recorrido con la mirada, Manuela descubrió la sonrisa en algunos de ellos mientras que otros prácticamente no detectaron su presencia.
-          Durante la hora del almuerzo pueden acercarse y conocerse mejor – Con estas palabras Pablo cerró la presentación formal.
La oficina de Manuela era diferente a las que ella había visto hacía instantes, estaba separada por mamparas de vidrio, tenía una excelente iluminación y era espaciosa. Pablo la invitó a sentarse en “su” sillón y le explicó que su tarea no sería nada sencilla, ya que consistía en captar la necesidad del cliente de la revista y diseñar las publicidades de los productos que el mismo ofreciera. A Manuela le gustó el desafío, ella había estudiado para poner en juego la creatividad. Las presentaciones se realizarían una semana antes de la edición de la revista, en el centro de conferencias, con la presencia del cliente y el directorio de la revista.
-          ¡Menuda tarea! – dijo Manuela para sí, al tiempo que sonreía tratando de indicar seguridad.
-          El primer trabajo que te asignaré, será para un nuevo producto. El cliente es la firma Old Spice y desea lanzar una fragancia masculina al mercado. Aquí te dejo la carpeta para que te informes de los pormenores. En una hora regreso y discutimos las ideas. ¡Ah! Casi olvido decirte, la presentación es mañana. Perdón por la prisa, pero la revista sale a la calle el lunes próximos y estamos demorados – dicho esto Pablo abandonó la oficina dejando a Manuela estupefacta.
-          ¡Vaya! Ni “entendido” le pude decir – murmuró Manuela, mientras comenzaba a sentir desprecio por ese hombre.
*********
La hora pasó volando. Cuando Manuela menos lo imaginó, el desagradable Pablo estaba ingresando a la oficina.
En ese escaso tiempo, tuvo que pensar en colores, diseños, eslóganes y tantas otras cosas.
-          Bien Manuela, que has podido hacer – preguntó Pablo con la seriedad que lo caracterizaba.
Manuela entonces, explicó paso a paso cada detalle de su boceto: colores, fotos, frases. El rostro de Pablo parecía no registrar impresión ni expresión alguna, hecho que ponía sumamente nerviosa a la joven. Una vez finalizada la exposición, Pablo dijo:
-          A decir verdad Manuela – realizó aquí una pausa, interminable para la niña- tu trabajo me ha sorprendido. ¡Es exactamente lo que el cliente buscaba! Ya mismo delego a cada sección sus obligaciones, para que mañana esté preparado para la presentación.
-          ¿La… presentación? – tartamudeó Manuela, tras la ráfaga de elogios y buenas señales acerca de su trabajo, que aquel hombre, que ya no era tan detestable, había ametrallado sobre su persona.
-          Sí, la presentación es mañana, a las 8:00 A.M. – tras estas palabras, giró sobre sus talones y salió tan velozmente como había entrado.
******
A la hora del almuerzo, Manuela prefirió caminar hasta un bar situado en la esquina de la revista. Se sentó en una mesa cercana al ventanal lateral. Ordenó una ensalada y un agua mineral, pues de la vorágine que había atravesado esa mañana, había perdido el apetito.
A medida que jugaba con el tenedor en la ensalada, observaba a las personas que caminaban apresuradas de un lado a otro de la acera. De repente una voz fresca y juvenil la saca de su concentrado paisaje.
-          ¿Puedo sentarme junto a ti? – preguntó una hermosa jovencita esbelta, con una larga melena morocha y ojos café.
-          Sí, adelante – sugirió Manuela, sin ocultar lo extrañada que se sentía con aquella extraña compañía.
-          Mi nombre es Lana, trabajo en la oficina contigua a la tuya – explicó.
-          Manuela López, un placer – se presentó dándole un apretón de manos.
-          Hoy te vi llegar y tenía ganas de conocerte.
-          Pues, me alegra comenzar a conocer gente del trabajo – dijo Manuela con una tibia sonrisa en los labios.
Las muchachas permanecieron charlando, hasta el momento de regresar al trabajo.
Manuela se sentía feliz. Respiró profundo y resopló aliviada.